Con razón hay fe
La fe en Cristo no es un salto al
vacío
Por Fernando Walsh, Periódico El Puente, año XXVI, N° 330, enero 2013. P. 12.
Profesor de matemática, física y cosmografía
fernandowalsh@hotmail.com
¿Está
la ciencia en contra de la fe bíblica? ¿Nuestra fe es irracional?
¿O,
por el contrario, la ciencia aporta fundamentos a la fe cristiana?
Decía el filósofo y escritor
argentino José Pablo Feinmann en la contratapa del diario Página 12 del 22 de
abril de 2012: “No hay razones para creer
en Dios. No hay razones para no creer en Dios. Dios es indemostrable. Todos
esos ejercicios que radican en demostrar su existencia o su inexistencia son
banales. En su camino hacia Dios llega un momento en que la razón, impotente,
se detiene. El que quiera creer tendrá que saltar. El que no pueda saltar no
creerá. El salto es la fe. Es un salto sobre un abismo, un salto sin red…La
razón construye un camino seguro, sólido…
Uno de los grandes principios de la razón es la posibilidad de la
verificación empírica. Dios no es verificable empíricamente. Ese es el abismo.
Ahí, si aparece, se necesita la ayuda de la fe. La fe me permite saltar el
abismo de la imposibilidad empírica”
Sin ánimo de juzgar al
excelente filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de
radio y televisión argentino, vemos en su pensamiento un factor común de una
gran parte de la sociedad de hoy día.
En los ambientes cultos este argumento suele derivar en el ateísmo
(Dios no existe) o en el agnosticismo (si Dios existe es imposible conocerlo).
Sus practicantes juzgan al creyente como una persona ignorante que cree cosas
irracionales contra toda evidencia.
En los ambientes menos cultos el argumento suele derivar en creer
cualquier cosa que parezca espiritual, fuertemente influenciado por el
pensamiento mágico de la modernidad. Para los primeros el problema radica en
que hacen de la razón humana un dios, supuestamente alimentada por algunas
teorías científicas. Para los segundos el problema es que verdaderamente saltan
a un abismo, a un precipicio sin red, quedando atrapados en sectas, filosofías
engañosas o en recetas mágicas que no funcionan.
La fe cristiana no es un salto al vacío
Por eso necesitamos entender dónde está la falacia del argumento del filósofo. La fe no es un salto al vacío; no es cierto que no haya razones para creer en Dios. La fe cristiana se afirma con la razón y se basa en hechos concretos. Toda la Escritura, la Biblia, desafía al ser humano a pensar. Pero a pensar “bien”. El problema del hombre es que usa mal la razón. Su razonamiento está entenebrecido. El pecado (palabra que se usa poco últimamente) ha ensuciado la razón.
Jesucristo continuamente
desafiaba a sus oyentes (y hoy lo sigue haciendo) a meditar, a pensar, a
razonar. Toda la Biblia es una continua exhortación a meditar. El problema está
en pensar que la fe es creer en cualquier cosa, especialmente en cosas “locas”,
irracionales.
La fe no está en contra de la
razón; es más, la propia razón siempre está basada en ciertos axiomas o
principios básicos que se aceptan por fe. Si dichos axiomas son erróneos, la
razón llevará a conclusiones equivocadas. El hombre razona a partir de ciertas
afirmaciones a las que considera verdaderas, no porque lo sean, sino porque las
acepta por fe. Esto sucede también con las teorías matemáticas, físicas, biológicas,
etc.
Si algo no es directamente detectable ¿no existe?
El ateísmo parte del axioma o
premisa de que la única verdad es lo que puede palparse a través de los
sentidos. De esa forma deduce que Dios no existe. Pero el hombre ha avanzado,
por ejemplo en la ciencia, a partir de suposiciones teóricas de que algo que no
se ve, existe, a partir de ciertos fenómenos que inducen a pensar que tal cosa
existe.
Por ejemplo, el electrón. No
se ve, no se siente; ni siquiera se sabe bien qué cosa es. Pero G. Johnstone
Stoney (1826-1911) predijo su existencia a partir de ciertos fenómenos que se
producían en la naturaleza, que podían explicarse a partir de su posible
existencia.
Luego Joseph John Thomson (1856 – 1940), un creyente, logró confirmar su existencia, no porque lo vio,
sino por las marcas que dejó cuando experimentó con los rayos catódicos; y
luego Robert Millikan (1868-1953), pudo medir una de las propiedades fundamentales del electrón: su
carga eléctrica, pero tampoco Millikan lo vio, ni lo tocó; sencillamente
detectó la carga eléctrica a partir de medir el peso de algo que interactuaba
con el electrón: gotas de aceite.
El famoso ingeniero
aeroespacial que diseño las naves que llevaron al hombre a la Luna, Werner Von
Braun (1912-1977) dijo: “Muchos hombres
inteligentes y de buena fe dicen que no pueden visualizar a un Diseñador. Bien,
¿puede un físico visualizar un electrón? El electrón es materialmente
inconcebible y, sin embargo, es tan conocido por sus efectos que lo usamos para
iluminar nuestras ciudades, para dirigir los aviones a través del cielo
nocturno, y para tomar las medidas más exactas. ¿Qué extraño razonamiento hace
que algunos físicos aceptan la realidad de los inconcebibles electrones,
mientras que a la vez rehúsan aceptar la realidad de un Diseñador porque no
pueden concebir tal idea? Me temo que, aunque en realidad ellos tampoco
comprenden el electrón, están dispuestos a aceptarlo porque lograron producir
un torpe modelo mecánico de él empleando su experiencia limitada en otros
campos, pero no sabrán cómo comenzar a construir un modelo de Dios”.
Un Autor supremo, poderoso, justo y bueno
Así que la existencia de Dios
es algo que surge naturalmente cuando observamos lo que existe; igual que como
en el caso del electrón, no vemos a Dios directamente, pero como dijo Robert
Boyle (1627-1691), el padre de la química: "La
inmensidad, la belleza, el orden de los cuerpos celestes, la excelente
estructura de los animales y las plantas, y otros fenómenos de la naturaleza
justamente induce a un observador inteligente, sin prejuicios a concluir en un
Autor supremo, poderoso, justo y bueno"
Dios sí que es verificable
empíricamente. La Biblia nos muestra infinidad de formas en que podemos ver el
obrar de Dios. La Biblia nos da muchísimas pautas de qué debemos hacer para
obtener respuesta de Dios.
Por ejemplo, Jesús dijo: si
vosotros permanecéis en mis palabras, pedid todo lo que queráis, y os será
hecho. Así que el problema no es que no podamos experimentar empíricamente a
Dios; es que hay condiciones que debemos cumplir para poder experimentarlo. Así
como los científicos hubieron de realizar los experimentos adecuados para
evidenciar la existencia del electrón, la Biblia nos da los pasos adecuados
para experimentar la realidad de Dios.
Millikan, Nobel de Física en
1923, de quien hablamos antes, dijo: “Los hombres sabios desde siempre han
mirado con asombro el orden maravilloso de la naturaleza y, a continuación,
reconocen su propia ignorancia y finitud y se han contentado
con estar en silencio y con reverencia ante el Ser que es inmanente a la
naturaleza, repitiendo con el salmista: Dice el necio en su corazón, no hay
Dios"
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