jueves, 18 de agosto de 2022

CON RAZÓN HAY FE. La fe en Cristo no es un salto al vacío (Nota en el periódico El Puente, enero 2013)

Con razón hay fe

La fe en Cristo no es un salto al vacío

 

Por Fernando Walsh, Periódico El Puente, año XXVI, N° 330, enero 2013. P. 12.

Profesor de matemática, física y cosmografía

fernandowalsh@hotmail.com



¿Está la ciencia en contra de la fe bíblica? ¿Nuestra fe es irracional?

¿O, por el contrario, la ciencia aporta fundamentos a la fe cristiana?

 

Decía el filósofo y escritor argentino José Pablo Feinmann en la contratapa del diario Página 12 del 22 de abril de 2012: “No hay razones para creer en Dios. No hay razones para no creer en Dios. Dios es indemostrable. Todos esos ejercicios que radican en demostrar su existencia o su inexistencia son banales. En su camino hacia Dios llega un momento en que la razón, impotente, se detiene. El que quiera creer tendrá que saltar. El que no pueda saltar no creerá. El salto es la fe. Es un salto sobre un abismo, un salto sin red…La razón construye un camino seguro, sólido…

Uno de los grandes principios de la razón es la posibilidad de la verificación empírica. Dios no es verificable empíricamente. Ese es el abismo. Ahí, si aparece, se necesita la ayuda de la fe. La fe me permite saltar el abismo de la imposibilidad empírica

Sin ánimo de juzgar al excelente filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión argentino, vemos en su pensamiento un factor común de una gran parte de la sociedad de hoy día.

En los ambientes cultos este argumento suele derivar en el ateísmo (Dios no existe) o en el agnosticismo (si Dios existe es imposible conocerlo). Sus practicantes juzgan al creyente como una persona ignorante que cree cosas irracionales contra toda evidencia.

En los ambientes menos cultos el argumento suele derivar en creer cualquier cosa que parezca espiritual, fuertemente influenciado por el pensamiento mágico de la modernidad. Para los primeros el problema radica en que hacen de la razón humana un dios, supuestamente alimentada por algunas teorías científicas. Para los segundos el problema es que verdaderamente saltan a un abismo, a un precipicio sin red, quedando atrapados en sectas, filosofías engañosas o en recetas mágicas que no funcionan.

 La fe cristiana no es un salto al vacío

Por eso necesitamos entender dónde está la falacia del argumento del filósofo. La fe no es un salto al vacío; no es cierto que no haya razones para creer en Dios. La fe cristiana se afirma con la razón y se basa en hechos concretos. Toda la Escritura, la Biblia, desafía al ser humano a pensar. Pero a pensar “bien”. El problema del hombre es que usa mal la razón. Su razonamiento está entenebrecido. El pecado (palabra que se usa poco últimamente) ha ensuciado la razón.

Jesucristo continuamente desafiaba a sus oyentes (y hoy lo sigue haciendo) a meditar, a pensar, a razonar. Toda la Biblia es una continua exhortación a meditar. El problema está en pensar que la fe es creer en cualquier cosa, especialmente en cosas “locas”, irracionales.

La fe no está en contra de la razón; es más, la propia razón siempre está basada en ciertos axiomas o principios básicos que se aceptan por fe. Si dichos axiomas son erróneos, la razón llevará a conclusiones equivocadas. El hombre razona a partir de ciertas afirmaciones a las que considera verdaderas, no porque lo sean, sino porque las acepta por fe. Esto sucede también con las teorías matemáticas, físicas, biológicas, etc.

Si algo no es directamente detectable ¿no existe?

El ateísmo parte del axioma o premisa de que la única verdad es lo que puede palparse a través de los sentidos. De esa forma deduce que Dios no existe. Pero el hombre ha avanzado, por ejemplo en la ciencia, a partir de suposiciones teóricas de que algo que no se ve, existe, a partir de ciertos fenómenos que inducen a pensar que tal cosa existe.

Por ejemplo, el electrón. No se ve, no se siente; ni siquiera se sabe bien qué cosa es. Pero G. Johnstone Stoney (1826-1911) predijo su existencia a partir de ciertos fenómenos que se producían en la naturaleza, que podían explicarse a partir de su posible existencia.

Luego Joseph John Thomson (1856 – 1940), un creyente, logró confirmar su existencia, no porque lo vio, sino por las marcas que dejó cuando experimentó con los rayos catódicos; y luego Robert Millikan (1868-1953), pudo medir una de las propiedades fundamentales del electrón: su carga eléctrica, pero tampoco Millikan lo vio, ni lo tocó; sencillamente detectó la carga eléctrica a partir de medir el peso de algo que interactuaba con el electrón: gotas de aceite.

El famoso ingeniero aeroespacial que diseño las naves que llevaron al hombre a la Luna, Werner Von Braun (1912-1977) dijo: “Muchos hombres inteligentes y de buena fe dicen que no pueden visualizar a un Diseñador. Bien, ¿puede un físico visualizar un electrón? El electrón es materialmente inconcebible y, sin embargo, es tan conocido por sus efectos que lo usamos para iluminar nuestras ciudades, para dirigir los aviones a través del cielo nocturno, y para tomar las medidas más exactas. ¿Qué extraño razonamiento hace que algunos físicos aceptan la realidad de los inconcebibles electrones, mientras que a la vez rehúsan aceptar la realidad de un Diseñador porque no pueden concebir tal idea? Me temo que, aunque en realidad ellos tampoco comprenden el electrón, están dispuestos a aceptarlo porque lograron producir un torpe modelo mecánico de él empleando su experiencia limitada en otros campos, pero no sabrán cómo comenzar a construir un modelo de Dios”.

Un Autor supremo, poderoso, justo y bueno

Así que la existencia de Dios es algo que surge naturalmente cuando observamos lo que existe; igual que como en el caso del electrón, no vemos a Dios directamente, pero como dijo Robert Boyle (1627-1691), el padre de la química: "La inmensidad, la belleza, el orden de los cuerpos celestes, la excelente estructura de los animales y las plantas, y otros fenómenos de la naturaleza justamente induce a un observador inteligente, sin prejuicios a concluir en un Autor supremo, poderoso, justo y bueno"

Dios sí que es verificable empíricamente. La Biblia nos muestra infinidad de formas en que podemos ver el obrar de Dios. La Biblia nos da muchísimas pautas de qué debemos hacer para obtener respuesta de Dios.

Por ejemplo, Jesús dijo: si vosotros permanecéis en mis palabras, pedid todo lo que queráis, y os será hecho. Así que el problema no es que no podamos experimentar empíricamente a Dios; es que hay condiciones que debemos cumplir para poder experimentarlo. Así como los científicos hubieron de realizar los experimentos adecuados para evidenciar la existencia del electrón, la Biblia nos da los pasos adecuados para experimentar la realidad de Dios.

Millikan, Nobel de Física en 1923, de quien hablamos antes, dijo: Los hombres sabios desde siempre han mirado con asombro el orden maravilloso de la naturaleza y, a continuación, reconocen su propia ignorancia y finitud y se han contentado con estar en silencio y con reverencia ante el Ser que es inmanente a la naturaleza, repitiendo con el salmista: Dice el necio en su corazón, no hay Dios"





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