Continúo con la publicación de los capítulos 8 a 12
de mi libro "El Señor de los dos libros" 2ª edición. Uno a uno iré
publicando las biografías de cientos de científicos creyentes de todas las
épocas.
Físico nº 5; creyente nº 25
25. André Marie Ampère (1775-1836)
Físico y matemático francés. Fue un
niño
prodigio; a los doce años manejaba las matemáticas conocidas. Miembro de la
Academia de Lyon. Se lo considera el fundador del electromagnetismo; una
de sus leyes lleva el nombre de Ampère. La unidad de intensidad de
corriente del Sistema Internacional de Unidades lleva también su nombre.
Su fe cristiana era muy profunda. Escribió una muy interesante tesis
apologética llamada[1]
“Sobre las pruebas históricas de la
divinidad del cristianismo”, la que consta de tres secciones: I) Pruebas
extraídas del Antiguo Testamento; II) Pruebas extraídas de los escritos de los
enemigos del cristianismo y III) Pruebas extraídas de los escritos de
cristianos.
En su diario personal escribió[2]: “La mente es solo para llevarnos a la verdad
y al bien soberano. ¡Feliz es el hombre que se desnuda para vestirse, que
pisotea la sabiduría vana para poseer la de Dios, desprecia el espíritu tanto
como el mundo lo estima! No adaptes tus ideas a las del mundo, si quieres que
se ajusten a la verdad ... La figura de este mundo está pasando. Si te
alimentas de sus vanidades, pasarás como ella. Pero la verdad de Dios permanece
para siempre; si te alimentas de él, serás permanente como ella. ¡Dios mio!
¿Cuáles son todas estas ciencias, todos estos razonamientos, todos esos
descubrimientos de genio, todas esas concepciones vastas que el mundo admira y
cuya curiosidad alimenta tan ansiosamente? En verdad, nada más que vanidades
puras ... Estudia las cosas de este mundo, es el deber de su estado; pero
míralos solo con un ojo, deja que tu otro ojo esté constantemente fijo en la
luz eterna. Escucha a tus hombres instruidos, pero solo escúchalos con un oído;
deja que el otro siempre esté listo para recibir los dulces acentos de la voz
de tu amigo celestial; escribe con una mano, manten la otra asida a la
vestidura de Dios, como el niño a la de su padre ... ¡Que mi alma, desde hoy,
permanezca unida a Dios y a Jesucristo! ... Bendíceme, mi Dios”
Ante la ejecución de su padre en 1793 y especialmente la muerte de su
esposa en 1803, se aferró aún más a la fe y a la lectura de la Biblia. Él, un
profundo científico, le dijo al futuro profesor de historia de la literatura
Frédéric Ozanam (1813-1853)[3]:
«¡Que Grande es Dios! Ozanam, ¡Que grande es Dios! ¡y nosotros no sabemos
nada!»
[1] Ampére, A. M.; Valson, C. A.
(1897) Mémoire Inédit D’Ampère: Sur les
preuves historiques de la divinité du christianisme (Memorias inéditas de
Ampère: Sobre las pruebas históricas de la divinidad del cristianismo), Apéndice, págs. 397-419 en: Valson, C.
A. La vie et les travaux D’André-Marie
Ampère (La vida y los trabajos de André-Marie Ampére). Librería General Católica y Clásica. Lyon.
[2] Valson, C. A. (1874) Revue Scientifique. Quelques pages de la
jeunesse d’Ampère (Revista científica. Algunas páginas de la juventud de
Ampère), págs. 1109-1121 en: Le
Contemporain: revue d'économie chrétienne (El contemporáneo: revista de
economía cristiana). Librería Henri
Le Clere Reichel. París; págs. 1120-1121: «L’esprit n’est fait que pour nous
conduire à la vérité et au souverain bien. Heureux l’homme qui se dépouille
pour être revêtu, qui foule aux pieds la vaine sagesse pour posséder celle de
Dieu, méprise l’esprit autant que le monde l’estime! Ne conforme pas tes idées
à celles du monde, si tu veux qu’elles soient conformes à la vérité... La
figure de ce monde passe. Si tu te nourris de ses vanités, tu passeras comme
elle. Mais la vérité de Dieu demeure éternellement; si tu t’en nourris, tu
seras permanent comme elle. Mon Dieu! que sont toutes ces sciences, tous ces
raisonnements, toutes ces découvertes de génie, toutes ces vastes conceptions
que le monde admire et dont la curiosité se repaît si avidement? En vérité,
rien que de pures vanités ... Étudie les choses de ce monde, c’est le devoir de
ton état; mais ne les regarde que d’un œil, que ton autre œil soit constamment
fixé sur la lumière éternelle. Écoute tes savants, mais ne les écoute que d’une
oreille; que l’autre soit toujours prête à recevoir les doux accents de la voix
de ton ami céleste; n’écris que d’une main, de l’autre tiens-toi aux vêtements
de Dieu, comme un enfant se tient aux vêtements de son père ... Que mon âme, à
partir d’aujourd’hui, reste ainsi unie à Dieu et à Jésus-Christ! ... Bénissez-moi,
mon Dieu»
[3] Ozanam, Frédéric Antoine;
prefacio de Ampère (1891, 6ª ed.), Oeuvres Completes (obras completes). Librería Victor Lecoffre.
París, Tomo. X, Pág. 39: «Que Dieu est
grand! Ozanam, que Dieu est grand! Et que nous ne savons rien!», disponible
en:
https://archive.org/details/oeuvrescompltesd10ozan